Las artes movibles y las llamadas artes decorativas se desarrollan en cada etnia, la afirmación de estilos diferentes pero muchas veces no desprovistos de un espíritu común es una forma de distinguirse y de sacar ventaja visual. En las casas nobles se pueden admirar puertas, somieres, pilares, pero también contraventanas con decoraciones geométricas y cajas de miel. Retendremos aquí el ejemplo del arte de los Zafimaniry, una tribu de los macizos del centro-este de la isla roja. Admiremos una contraventana decorada con motivos geométricos: polilóbulo central roto en su eje que alberga rombos incisos en un marco de galones y palmetas.


Sin duda no está mal hablar aquí de una confluencia de inspiraciones no sólo propias del arte islámico, estas mismas decoraciones se encuentran precisamente en las farolas de aceite de las Comoras o en las puertas de la isla de Zanzíbar, sino también en una inspiración puramente indígena y por lo tanto, específico de la tribu Zafimaniry. Por su parte, los artesanos Mahafaly combinan la representación estilizada con la decoración geométrica como en los tarros de miel expuestos. Allí, formas liberadas de su ganga de madera se imponen en reserva: guerrero, friso o cartuchos que presentan cebúes, ellos mismos a veces coronados por el pato jorobado: este último muy simbólico del vínculo entre el mundo terrestre y el más allá, aquí para la iconografía de estos cultos. vasos! El anclaje a la realidad, como la abstracción geométrica, se adaptan perfectamente a la espiritualidad y al posicionamiento del pueblo malgache frente al cosmos.
Con la cristianización del Imperio Merina, el papel sagrado del escultor tiende a desaparecer para honrar las órdenes de los colonos que pronto se convierten en turistas, el trabajo es más rápido y muchas veces la factura se resiente, pero algunas creaciones siguen siendo notables.
 
En cuanto a la pintura, por decreto del 11 de diciembre de 1895 se crea el Museo de Bellas Artes de Antananarivo, a mediados de la época colonial, servirá de ejemplo a varias generaciones de pintores malgaches seguidores del academicismo en boga en la época. Salón de París. También, en un último y algo tardío guiño a la fascinación que ejerce esta isla del Índico, aquí está la obra pintada del francés Albert Dequene* en 1954: de una mujer sakalava, que conserva en su única mirada, probablemente durante un unos siglos más, todo eso, aquí, no se podría decir.
 
*Albert Charles DEQUENE, pintor orientalista, 1897-1973

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