Mujeres de Madagascar: En mis múltiples viajes por los rincones más recónditos de esta majestuosa isla que es Madagascar, he tenido el inmenso privilegio de conocer mujeres extraordinarias. Estas mujeres, que podrían describirse como esposas, madres, campesinas, artesanas, costureras, son los verdaderos pilares de sus hogares. Se mueven en la sombra, discretos y resignados, ocupados en sus mil tareas diarias que les parecen obligaciones obvias. Con demasiada frecuencia, su dedicación y contribución pasan desapercibidas.
Estas mujeres parecen haber aceptado dejar que su luz interior se apague, que sus chispas de vida se apaguen. Se pierden en el cumplimiento de su papel, dando toda su fuerza, amor y habilidad para apoyar a los humanos, administrar sus hogares, frecuentemente criar a muchos descendientes y hacerse cargo de todo lo que los rodea.
Imagine a Rose, Amélie, Denise, Berthine, Marie, Lala, Fara y muchas otras, siguiendo el mismo ritmo implacable día tras día. Se levantan antes de que la luna termine su ronda, antes de que cante el gallo. Están ocupados detrás de la estufa, doblando la ropa, ordenando, preparando café, buscando desesperadamente un trozo de “pan de gasolina” o yuca, o cocinar arroz para el desayuno familiar. Luego despiertan a los niños, los visten, les dan de comer, revisan sus pertenencias, los besan y los envían a la escuela. Luego, se dirigen al Gite d’Accueil para recibir a los viajeros, garantizar su comodidad, preparar, servir, despejar.… todo esto mientras sonríe. Esta sonrisa es su fuerza, su luz, su calidez humana, su forma de ser. Después se dedican a trabajar en el campo, caminando durante horas sin desanimarse, porque nada puede detenerlos. O se dedican a sus propias actividades generadoras de ingresos para mantener a sus familias. Sus manos están marcadas por el trabajo, sus pies endurecidos por los kilómetros recorridos, sus rostros esculpidos por las penurias.… Pero siguen siendo fuertes y de pie.
Estas mujeres de Madagascar nunca paran, nunca se rinden. Lo logran todo, sin quejarse, a pesar de los desafíos diarios, el cansancio, las dudas y las preocupaciones.… Y siempre hacen más, porque se preguntan: “Si no somos nosotros, ¿quién lo hará?” Es posible que estas mujeres, del campo, no hayan tenido la oportunidad de ir a la escuela o seguir las tendencias globales, pero poseen riquezas y habilidades invaluables. Los estereotipos sociales y culturales que los caracterizan como “campañas” y “mujeres” En ocasiones les llevó a dudar de su propio valor, obligándoles a aceptar el lugar que les asignaban los demás. A menudo juzgado “incompetente”, “ignorantes” o “incapaz”Sin embargo, están dotados de una fuerza increíble, una voluntad inquebrantable y una resiliencia inquebrantable. Están acostumbrados a trabajar duro en el campo y en otros lugares, contando las horas pasadas al sol, bajo la lluvia, dominando técnicas a menudo improbables pero efectivas.…
Estas mujeres son admirables, respetables, valientes y radiantes de vida. Sus sonrisas y calidez son contagiosas. Podemos aprender mucho de su sencillez, de su alegría de vivir con pocos recursos, de su valentía, de su esperanza y de su determinación. Porque están convencidos de que el mañana será mejor, porque, como dicen, “Dios siempre estará a nuestro lado.”. Su trabajo es colosal, pero merecen más reconocimiento, atención y aprecio.



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